Publicado en El Mercurio
Al menos dos de ellas están en la categoría de ‘preocupación’ de la OMS. Expertos llaman a potenciar la vigilancia genómica, que permite identificar qué tipo de virus predomina entre los pacientes.
Desde los primeros casos identificados en la ciudad china de Wuhan a fines de 2019, hoy se estima que hay más de 4.000 variantes del virus SARS-CoV-2 circulando por el planeta. Si bien la mayoría de ellas no supone un mayor impacto en términos de salud pública, los expertos no bajan la guardia ante la aparición de formas del virus que puedan ser más contagiosas o mortales.
‘El surgimiento de nuevas variantes está determinado por varios factores; uno de ellos es la tasa de mutación espontánea. A medida que se transmiten de persona a persona, van cambiando su genoma con variaciones que, en su mayoría, no tienen gran implicancia’, explica el doctor Ignacio Silva, infectólogo del Hospital Barros Luco y académico de la Facultad de Medicina de la U. de Santiago.
Estas mutaciones son parte natural del ciclo de vida de un virus, como agrega la doctora Andrea Huidobro, académica del Departamento de Ciencias Preclínicas de la Facultad de Medicina de la U. Católica del Maule. Sin embargo, el SARS-CoV-2 ha dado sorpresas. ‘En un inicio se pensó que mutaría igual que otros coronavirus (cada tres años); luego, que lo haría como el virus de la influenza (anual), pero hemos visto que lo hace cada seis meses’.
Mayor peligro
El problema es que estas mutaciones pueden generar cambios estructurales en el virus, que lo hacen más peligroso. ‘A medida que va mutando, tienden a predominar aquellas variantes que lo ayudan a sobrevivir más’, dice Huidobro.
Es así que hoy existen al menos tres variantes cuyos nombres se han vuelto comunes en los últimos meses y que preocupan a los científicos: las variantes británica, brasileña o amazónica y sudafricana, que comparten una mutación denominada N501Y -que involucra a la proteína Spike del virus, la cual le permite ingresar a las células del ser humano-, que explicaría su mayor contagiosidad.
En Chile, que se acerca a sumar un millón de casos confirmados de covid-19, se sabe que dos de ellas ya están circulando entre la población. Esta semana, el Ministerio de Salud confirmó que, a la fecha, se han detectado 64 muestras positivas de la variante británica y 45 de la brasileña. En la mayoría de los casos se trata de chilenos o extranjeros que han llegado desde el exterior, aunque también ya hay pacientes que se han contagiado a nivel local (ver infografía).
‘Estas tres variantes están clasificadas como ‘de preocupación’ por la OMS, por su mayor transmisibilidad’, explica el doctor Ricardo Soto, académico del Instituto de Ciencias Biomédicas (ICBM), de la Facultad de Medicina de la U. de Chile.
Por ejemplo, se estima que la variante británica es entre 36% y 75% más contagiosa. No está claro a qué se debe, pero podría ser por una carga viral más elevada o porque la infección dura más que el coronavirus clásico, según una hipótesis de investigadores de la U. de Harvard.
Además, agrega Soto, las variantes sudafricana y brasileña tienen otra mutación en común (la E484K), que se asocia con el llamado escape inmunológico: reducirían la inmunidad adquirida por una infección previa o mediante una vacuna y, por tanto, con una mayor posibilidad de reinfección.
Otro motivo de preocupación es su potencial mayor letalidad. Un estudio publicado a inicios de este mes en el British Medical Journal mostró que la variante británica es 64% más mortal. ‘Hay dos investigaciones que muestran mayor morbimortalidad, sobre todo en adultos mayores, pero son estudios pequeños. La mayoría de los otros trabajos no muestran una mayor mortalidad hasta ahora’, dice la doctora Huidobro.
En el caso de la variante sudafricana, la OMS estima que ‘aumenta un 20% el riesgo de morir en casos que son hospitalizados’.
Aunque faltan estudios para confirmarlo, ‘parte del aumento de casos que estamos viendo en el país es quizás por esta mayor circulación de estas variantes más contagiosas’, opina Huidobro.
Para eso es necesario potenciar la vigilancia genómica, mediante el análisis de muestras de casos confirmados de covid-19, enfatizan los entrevistados (un proceso que tarda entre dos semanas y un mes).
En el país, la tarea de secuenciar el genoma de los virus circulantes desde el inicio de la pandemia la realiza principalmente el ISP: allí se analizan alrededor del 60% de las muestras, según explica Heriberto García, director de la entidad. El 40% restante queda en manos de un consorcio universitario, que reúne a diferentes casas de estudios superiores.
‘Se realizan dos tipos de vigilancia, una con muestras que se toman de forma aleatoria a viajeros que llegan al aeropuerto, y otra que se hace con muestras de pacientes con covid, que envían diferentes centros de salud a lo largo del país’, precisa.
Eso ha permitido determinar e identificar más de mil variantes en el país -‘Cualquier pequeña mutación detectada se considera una variante’, precisa García-, entre las que destacan las llamadas ‘de preocupación’, así como las de una segunda categoría denominada ‘de interés’, cuyas características genéticas potencialmente problemáticas obligan a vigilarlas: californiana, de Río de Janeiro y nigeriana (
Chile a la cabeza
En el ISP se hacen unas 200 secuenciaciones en promedio al mes, pero la idea es aumentar al doble y llegar, junto con el consorcio universitario, al millar de análisis mensuales en el mediano plazo, dice García. ‘Hoy, Chile es el segundo país que hace más secuenciaciones en América Latina, después de Brasil (0,45% del total de contagiados). Acá el porcentaje es 0,12% y, al llegar a mil secuenciaciones, sería el 1% (la mayoría de los países está bajo esa cifra; solo Inglaterra llega al 6%)’.
Conocer las variantes ayuda a saber a qué se enfrenta el país y a tomar medidas como el cierre de fronteras, dicen los expertos. Y concuerdan en que para evitar que el virus siga mutando, así como reducir los contagios, la responsabilidad es de todos. ‘Las vacunas ayudan en esa tarea -puntualiza Silva-, pero sobre todo las medidas preventivas como el uso de mascarillas, el lavado de manos, la distancia física y cuarentenas efectivas’.
Variante chilena
El año pasado, una mutación particular hallada en la Región de Magallanes, durante un fuerte aumento de casos en la zona, alertó a los investigadores. Incluso se pensó en una variante magallánica del virus. Sin embargo, análisis realizados por el ISP junto a la OMS/OPS concluyó que el alza de casos no se debió a esta causa y que las variantes identificadas en la región también estaban presentes en otras zonas del país y del planeta.
De todas formas, ¿podría surgir una variante chilena? Los expertos concuerdan en que es posible, pero poco probable. ‘La posibilidad existe, como en cualquier lugar que tenga una propagación descontrolada del virus, como la que estamos viviendo ahora’, opina el doctor Soto. De hecho, ese es uno de los factores que explican el surgimiento de variantes como la británica o la brasileña: relajo en las medidas preventivas o ausencia de un manejo adecuado. Sin embargo, agrega la doctora Huidobro, las nuevas variantes que hoy preocupan tienen en común que han surgido en países con una gran población y alta conectividad’.